0005 ARCOÍRIS. 03/01/21



Siempre que el arcoíris salía, ese chico se pasaba mirándolo horas. El tiempo le había convertido en todo un experto en la materia.

Se fijaba en aquel color VIOLETA que olía a flores, pero violeta le ponía triste porque le recordaba a la chica que hace unos años no lo supo valorar. En el fondo sabía que por muchas clases que tomara, esa chica de ojos AZULES jamás le concedería un baile, y que como el azul del océano en su interior escondía oscuridad.

Seguía mirando el arcoíris para encontrar el mismo azul, pero con algo diferente. Ese azul lo tenía todo mucho más claro, no había límites en él. Era como el azul del mar y del cielo en el horizonte, juntos a nuestros ojos pero siempre separados. Hermosamente sempiternos.

El VERDE le recordaba a él mismo. A la juventud. Aquella hoja fresca que vive cada día de primavera como si nunca fuera a haber un otoño, como si el verde del que hacía gala fuera lo único que debiera preocuparle. Un niño que sueña con que jamás se hará grande

Al mirar el AMARILLO sentía un gustoso calor, como si del propio sol se tratara. El mismo sol que cuando se oculta tras las nubes destruye la hoja verde. El mismo amarillo que se junta con el azul para volver a crear el color.

El NARANJA es el más coqueto, pensaba, y también es el único que no necesita piropos, porque aun sin decírselos, ya está a un solo paso de ponerse rojo. ROJO como nuestra sangre y como las más bellas flores.

Un día el chico juntó el valor necesario para dejar de mirar aquel arcoíris y atreverse por fin a tocarlo, pero al estirar su mano, simplemente lo atravesó. Ese día abrió los ojos. Los mismos ojos que le habían estado engañando tanto tiempo. Esos bellos colores no eran más que un espejismo provocado por una luz que ni tan siquiera tenía color.

¿Nunca han estado ahí, o quizás solo estuvieran cuando el chico estaba dispuesto a mirarlos?

 .

.

Instagram: escribamoderno.blog

Comentarios