0010 PALABRAS APTAS PARA TODOS LOS SENTIDOS. 08/01/21
El amor al igual que el
sexo sinónimo de atreverse. Es saber que estás mostrándote tal como eres a una
persona con la esperanza de que ella haga lo mismo. Entregarse. Saltar al vacío
esperando que tras la bajada un mar de agua cristalina te espere para
amortiguar tu golpe.
En esta caída se encontraba
ella, que frente a frente a aquel chico que tanto la gustaba. No supo hacer
otra cosa que tragar saliva y caer, caer, caer.
Se sentía vulnerable, hasta
que él decidió hablar.
- “Cierra los ojos” dijo. “Dime
qué oyes”
Ella simplemente se quedó
callada, no sabía qué responder ni qué pretendía él.
- “Exacto, nada”.
Agarró las manos de ella y
las llevo hacia su propio pecho
- “Tu corazón se acelera.
Tu respiración también...” Con un firme y sereno movimiento acercó su boca
hasta el cuello de la chica. “Tu piel desprende calor…”
Ella se sentía como una
marioneta, era la paciente de un hipnotizador que no podía hacer nada más que
escuchar su voz. Pero algo en su voz la parecía cálido y cercano. La excitaba y
la daba confianza a partes iguales.
- “Tu perfume es justo como
me lo imaginé”. Seguía hablando a la altura de su cuello. Giró su cabeza lo
justo para besar casi de refilón su boca. “Tus labios saben tan dulces como
parecen. Toca mis manos. Solo toca”. Desde su cintura y hasta estómago, su
pecho y su cara el chico recorrió todo su cuerpo con las manos de ella y
prosiguió: “Soy una persona como tú, como todos. Aunque esta noche no hay todos
para mí”.
Siguió subiendo las manos
de la chica por encima de su cabeza y las soltó para ir a sus hombros y bajar
cariñosamente los tirantes de su vestido, y junto a ese vestido bajó lentamente
acompañándolo hasta sus piernas. Puede que él no lo notara, pero la realidad es
que la temblaban.
Se incorporó y la rodeo y
comenzó a acariciar su espalda. La piel se ponía de gallina centímetro a
centímetro con el roce de sus dedos. Una breve parada para desabrochar el
sujetador y continuar hacia abajo, donde el tanga color negro correría la misma
suerte que el vestido.
Volvió a incorporarse y sin
dejar que su mano perdiera contacto con el cuerpo de ella en ningún momento,
recuperó la posición inicial para pedirla que abriera los ojos cual truco de
mago.
Casi sin darse cuenta
estaba totalmente desnuda y sorprendentemente cómoda, porque al abrir los ojos
lo que vio fue la sonrisa de él. Sonrisa que solo desapareció cuando comenzó hablar.
- “Puedo volver a decirte que confíes en mí si
quieres”.
Ella sorprendida recuperó
la voz por un segundo y preguntó
- “¿Volver a pedirte? No lo
has hecho antes”.
- “Me temo que sí. Mi voz
con tus ojos cerrados, el sabor de tus besos, cuando rozaste mi cuerpo, el olor
de tu cuello, y mi sonrisa al volver a abrirlos. Cinco veces te lo pedí”.
Era curioso, pero en ese
momento la chica en su propio interior pensó que tenía razón, y que confiaba en
él. Ahí comprendió que hay palabras aptas para todos los sentidos. No tuvo que
volver a hablar. A esas alturas todas las preguntas estaban planteadas y respondidas.
El amor, al igual que el
sexo, es sinónimo de atreverse. Atreverse a saltar, pensar que el mar de aguas
cristalinas estará abajo.
Hablar sin palabras.
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